Hay hormigas en mi cama buscando tu aroma seco. Hay cientos de medusas en mis sábanas y en la diáspora de tu pelo. Siempre queda algo perdurable en lo fugaz, en la mirada cómplice del abismo. Un fetichismo tras otro para recordar quienes somos. Envolvernos y sudarnos, rastros de pieles e infancias, indagaciones de inquebrantable pálpito.
Entonces, un tiento de prohibiciones para que los placeres tengan algo de triste, de decadencia pacificada. Y tiembla la sombra bajo las luces moribundas. Oscilantes medusas retorcidas, todas sois vestigios de melancolías. Y cuando brilla la lluvia en la baranda con los primeros rallos de luz, y despiertas amapólico y enmarañado, tomas el mate de la mañana, y en la boca este sabor. Ese aliento inconmensurable de pérdidas y reencuentros.
Queda aquel baño de sombra y sobremesa en la calle de los girasoles ciclópeos, con el agua prófuga de la fuente sedienta. Un pajarito errante circunvalaba patios y terrazas, y las hojas secas que empezaban a desprenderse, siempre, al desamparo del recuerdo. Y otros otoños y primaveras, otras corrientes y cenagales; y en las abejas mareadas, siempre medusas, en los senos de Malena, medusas, en el mate lavado, medusas, en los tejados derretidos, siempre medusas, medusas y medusas...
1 comentario:
Te dejo esto, por si te sirve:
Hay hormigas en mi cama
buscando tu aroma seco.
Hay cientos de medusas en mis sábanas
y en la diáspora de tu pelo.
Siempre queda algo perdurable en lo fugaz,
en la mirada cómplice del abismo.
Un fetichismo tras otro
para recordar quienes somos.
Envolvernos y sudarnos,
rastros de pieles e infancias,
indagaciones de inquebrantable pálpito.
Entonces, un tiento de prohibiciones
para que los placeres tengan algo de triste,
de decadencia pacificada.
Y tiembla la sombra bajo las luces moribundas.
Oscilantes medusas retorcidas,
todas sois vestigios de melancolías.
Y cuando brilla la lluvia en la baranda
con los primeros rallos de luz,
y despiertas amapólico y enmarañado,
tomas el mate de la mañana,
y en la boca este sabor.
Ese aliento inconmensurable
de pérdidas y reencuentros.
Queda aquel baño de sombra y sobremesa
en la calle de los girasoles ciclópeos,
con el agua prófuga de la fuente sedienta.
Un pajarito errante circunvalaba patios y terrazas,
y las hojas secas que empezaban a desprenderse,
siempre, al desamparo del recuerdo.
Y otros otoños y primaveras,
otras corrientes y cenagales;
y en las abejas mareadas, siempre medusas,
en los senos de Malena, medusas,
en el mate lavado, medusas,
en los tejados derretidos, siempre medusas,
medusas y medusas...
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